Señores, que fue Caín quien mató a Abel
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Mantener un discurso retorcido es necesario si se quiere asegurar el dominio del poder político. Así lo ha considerado el autoritarismo -de derecha o izquierda, comunista o fascista- a lo largo de su historia política, sin otro particular que el de atornillarse en el poder a toda costa y mediante el uso inescrupuloso de la mentira, emulando la naturaleza embustera del célebre Pinocho o haciéndonos creer en un cuento de aparente coherencia (cuento al que por cierto se remiten todos los seguidores del consabido discurso como si se tratara del mismo Padre Nuestro) y según el cual no fue Caín quien mató a Abel como se asienta en los textos sagrados, sino que, por obra y gracia de la repetición descarada, las cosas fueron definitivamente al revés. Tal principio (el de aferrarse a un discurso retorcido) y sobre todo su expresión concomitante (la de difundirlo hasta la saciedad) es el que tiene hoy en día a Iván Simonovis pudriéndose en la cárcel. Pero es también el que le ha impedido a María Corina Machado hablar en la OEA. Ambas situaciones, la una inmerecida porque las evidencias no condenan en absoluto al comisario mientras que sí apuntan hacia los pistoleros de Puente Llaguno, y la otra vergonzante, debido a que la censura ha llegado a una institución que se creó precisamente para salvaguardar la libertad de los pueblos, son la muestra más acabada de lo que estamos viviendo con los gobiernos latinoamericanos. La muestra del Gobierno de Venezuela por su carácter opresor y cuya careta empieza a desplomarse a pesar incluso de la repetición del discurso retorcido, y la de los gobiernos que se opusieron a que María Corina hablara en la OEA, que como sabemos lo hacen por razones no muy dignas de sus tradiciones supuestamente democráticas. (FOTOSÍNTESIS le dedica la presente entrega a los dos protagonistas que encabezan hoy la condición de héroes indiscutibles del pueblo venezolano: Iván Simonovis y María Corina Machado. Junto a los estudiantes, por supuesto, que siguen siendo la levadura de la antigua canción).
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