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lunes, 29 de julio de 2013

HERMENÉUTICA DE UN AVISO





QUE SOMOS UNA PULPERÍA, SEÑORES




Estamos en una de las ciudades más "modernas" de Venezuela. De este punto a un Centro Comercial cosmopolita solo distan cuatro cuadras. Véase que la oferta de productos no tiene la prioridad de los consumidores habituales: leche, harina pan, papel higiénico, etc. Nótese además que los bienes que aparecen en el letrero no son ni remotamente beneficiosos para la salud pública, y que, si se ingieren con regularidad o por simple mal hábito, bien podrían iniciar el camino más corto para entenderse con La Pelona. Hay que decir que un aviso como este contraviene la vieja tesis (de Mariano Picón Salas, por supuesto) según la cual Venezuela entró a la modernidad a finales del año 36, durante el siglo XX, precisamente con la muerte de Juan Vicente Gómez. Hay que decir también que en nuestro país conviven la Venezuela rural y la urbana como si se tratara de dos hermanitas de la caridad, sin exclusiones, amándose la una a la otra como en los mejores momentos del cristianismo. Por este aviso sabemos que no hemos despegado gran cosa en el concierto de las naciones, que todavía libramos una lucha entre Civilización y Barbarie y que, pese a los asombros de la Oposición que todos los días le echa paja al pobre gobierno bolivariano, la existencia de unos Presidentes  como los que hemos tenido en los últimos catorce años (en realidad son dos) no es explicable sino a la luz de semejante letrero. (FOTOSÍNTESIS le dedica esta entrega a todos los venezolanos no chavistas que han decidido compadecerse de sus adversarios. Yo entre ellos y por el significado que tiene cada palabra -refrescos, maltas, bambis, cigarros y chimó- en esta Piedra de Rosetta que dice tanto)                 
    



lunes, 22 de julio de 2013

AHI ESTA EL DETALLE





NOMAS APURRUÑATE, MI CUATE

Ahí está el detalle


Jamás la he olvidado, pese a que vi sus películas restantes. De ella y con ella partí para todos mis análisis del personaje, el original por supuesto, no el decadente y sentimental moralista en el que se convirtió luego como producto de una metamorfosis lamentable. Dos cualidades son las más destacadas de Cantinflas, su repetida manera de caer en situaciones de doblez -siempre tiene que vérselas con una suerte de complot donde él mismo debe asumir otra personalidad- y su proverbial forma de conducirse con sus amigos más íntimos, sobre todo  en el momento de la impostura que le toca representar. Los trata de "igualados", simulando y hasta creyendo que su posición es producto de una meritoria condición privilegiada, de clase social alta o de un abolengo repentino que él mismo persiste en asumir como si fuera auténtico, marcando las distancias chocantes del converso y haciendo que sus acciones no sean otra cosa que una verdadera y genial parodia... 
Renglón aparte nos merece la forma en que Cantinflas se dirige a sus semejantes. Aquí mismo -en "Ahí está el detalle" que es para mí la mejor película de su larga carrera- lo comprobamos en uno de sus instantes más estelares. A la pregunta del abogado acusador en el juicio que se le sigue "¿A ver, jovencito, cuál es su gracia,?" Cantinflas responde de inmediato y sin inmutarse, y en uno de los más espectaculares momentos del cine: "La facilidad de palabra". (FOTOSÍNTESIS le dedica la presente entrega a quienes siguen viendo en Cantinflas la mejor parodia de los conversos y no el decadente personaje que manipularon luego las películas a color para convertirlo en un moralista de llantén y mocos por cualquier cosa).            

martes, 16 de julio de 2013

LAS MENINAS






QUE EN LAS MENINAS NO APARECE EL PERRO, SEÑORES






Cuando las vi de frente cargaba un dolor de coyunturas que no me había dejado en tres días. El maldito ácido úrico hacía de las suyas y en el salón donde estaban "Las meninas" no había donde sentarse; pero además, como si se tratara de una conspiración universal, unos turistas japoneses -probablemente un colegio venido de lo más profundo del archipiélago- contemplaban la pintura con un escandaloso juego de manos que yo no supe si atribuirlo a las edades de los chamos o a una secuela de la bomba atómica lanzada en 1945, en particular porque no era del todo normal el jolgorio. De todas maneras allí estaban ellas, "Las meninas" de Velázquez, el cuadro que el doctor Astorga nos había enseñado por primera vez en la Escuela de Historia de la ULA y que yo había asumido con una responsabilidad personal, metafísica, directamente asociada con otras edades y otros tiempos remotos, generando en aquella mirada asombrosa la relación de mayor misterio que yo haya tenido con el arte. Afortunadamente se inauguraba ese mismo mayo una exposición de Goya que atraía la atención mayoritaria del público, incluyendo a los japoneses, de manera que las prioridades ajenas me dejaron confrontar el viejo misterio de mi relación con  la obra, pensando en las múltiples explicaciones que yo había leído en numerosas y especializadas ocasiones, desde las  escritas por Carlos Fuentes (tan didácticas) hasta los más intrincados razonamientos de Michel Foucault (tan exigentes). De pronto me sentí contento, agradecido de Goya por el enorme gentío que convocaba en la otra sala contigua, yo extasiado y rígido frente a las "Meninas", literalmente detenido en el punto movedizo en que los reyes están posando para el pintor, y que, al mismo tiempo, es también un lugar convertido en presente, el aleph desde cuyo sitio observamos -una y otra vez y mediante las miradas de todos- la consagración de la modernidad sin mayores rodeos. Pensé en evidenciar palmariamente que con "Las meninas" Velázquez nos había enseñado a ver y que su propósito principal, demostrar que la ficción y la realidad no son excluyentes, no era una simple especulación artística. Entonces lo hice, sigilosamente, sorteando la vigilancia y en una suspensión extraña que me puso enfrente del cuadro, estirando mi mano para separar del conjunto a la única criatura  que ahora no aparece en la obra: el perro. Se llama Poe y está aquí conmigo desde que se lo sustraje a la pintura, echado y sin emitir un solo ruido que lo delate... Todo ello  mientras escribo la presente nota y vuelvo a reponer la frase que se le atribuye a Salvador Dalí en uno de sus juicios más polémicos: "Si alguien se roba "Las meninas" pueden quemar   el museo del Prado entero y no se perderá gran cosa". Ignoro si otros se han dado a la tarea de seguir rebanando la obra aunque sólo sea imaginariamente. Claro, sin el perro, porque ese ya me pertenece  a mí por derecho especulativo y metafísico. (FOTOSÍNTESIS le dedica la presente entrega a todos aquellos que todavía creen en la trascendencia de las obras de arte y en la imaginación como componente fundamental de los más hermosos desvaríos del hombre).                           



domingo, 7 de julio de 2013

LA DOBLE OPCION



                 
QUE A CUALQUIERA DE LAS DOS VOY
                                 


               
Se nos coloca en el dilema de escoger entre la belleza y la exuberancia. Mi opinión personal es que a estas alturas de mi vida cualquiera de ellas me puede conducir al cielo. Surge de inmediato la eterna interrogante dirigida a los que ya pasamos los "ticinco" y cuya potencialidad es inversamente proporcional a la belleza de estas dos chamas. ¿Que qué hacemos con ver y no comer? Pues nos saboreamos, que es la mejor manera de evocar las viejas andanzas de los 70 y los 80 sin cometer excesos, pero además acompañados de una melancólica actitud que nos hace mentarle la madre a todos los jóvenes que apenas llegan a 18 años. ¡Es la cochina envidia que nos carcome por los pasos implacables del tiempo! (FOTOSÍNTESIS le dedica esta entrega a todos aquellos amigos de mi generación que todavía siguen creyendo que la rumba va a continuar).