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sábado, 2 de noviembre de 2013

HETERODOXIA DEPORTIVA



¡YO SÍ TENGO DOS EQUIPOS, Y QUÉ!



¿Quién y cuándo decidió que se podía tener únicamente un equipo en el beisbol profesional venezolano? Que yo sepa no hay una cartilla que lo confirme, ni para gozar el espectáculo con la intensidad del caso (detallar los eventos y las jugadas) ni para prolongar la atención durante la temporada en curso (pasión por un favorito). Me resisto a ello, primero porque generalmente los fanáticos más aguerridos, aquellos que no son capaces de darle agua a ningún pelotero que no pertenezca a su franquicia (incluyendo su desempeño en las Grandes Ligas) resultan a la postre los que menos conocen del asunto, y segundo porque, al ser eliminado su equipo favorito en la contienda, a los pobres se les acaba la temporada mucho más rápido que a los demás. Lo contrario ocurre si yo soy por ejemplo de los Tiburones de la Guaira (porque lo soy, igual que soy de los Navegantes del Magallanes) y abrazo como una causa "sentimental" las vicisitudes tan atormentadas de esa franquicia, con su proverbial manera de asumir las derrotas y sus repetidos afanes por no quedar eliminada, siempre al calor de una barra estoica y consecuente, aquella que retumba con la conocida samba cuando uno de los ídolos del equipo (Gregor Blanco por lo general) consigue un sencillo en el noveno inning con dos outs, aunque el partido vaya 10 a 0 en su contra. No sé, pero es una forma muy sencilla de practicar mis viejas andanzas por el comunismo cristiano, dualidad que tampoco es contradictoria, motivado fundamentalmente a que uno pasa la temporada apostando al más débil de todos los equipos sin que la verguenza pueda matarlo en el colosal intento. Más bien nos sentimos (los tiburoneros) acompañados de cierto orgullo perdedor que termina por convertirnos -hasta que eliminan a los Tiburones por enésima vez- en los Robin Hood de casi todas las temporadas de pelota. Claro que existe la muy remota posibilidad de que los escualos queden campeones, con lo cual la alegría se manifiesta con doble rasero, primero por el milagro y segundo porque se presentan por fin a la Serie del Caribe. En la que seguramente van a perder, porque tal es la especialidad de mi equipo sentimental y querido... (Continúe la lectura después del logo que sigue)               

Porque quiero decirles que también soy del Magallanes. Simultáneamente, no como complemento o como pretexto para simplemente alargar la temporada. (Aunque ésa sea una ventaja importante). Aquí, en esta popularísima franquicia, me siento definitivamente cambiado, soy otro, me convierto en un ser de competencias y desarrollo una agresividad que jamás podría experimentar con los Tiburones. La metamorfosis es de tal naturaleza que puedo incluso llegar a odiar con consecuencias terribles, deseando pelotazos, caídas, lesiones, fracturas y hasta la propia muerte a los jugadores de los otros conjuntos. Se me mete el demonio, pues, de manera que no respondo de mí, a menos que el Magallanes se mantenga punteando y los otros equipos, en particular los Tigres de Aragua y con la excepción por supuesto de los Tiburones, se sientan humillados por los triunfos consecutivos de mi novena (aunque ahora deberíamos decir decena por lo del bateador designado) y retumben por todas partes los compases de Billo Frómeta. Ah, porque esa es otra de las ventajas de tener dos equipos como los Tiburones y el Magallanes, que despolarizan, puesto que la dupla CARACAS-MAGALLANES no es en modo alguno la determinante debido a que la verdadera competencia, por ser el otro yo de los Tiburones y al mismo tiempo por estar en los límites con Valencia, se manifiesta directamente con los Tigres de Aragua. ¿Que cómo hago cuando se enfrentan los Tiburones y el Magallanes? Muy sencillo, lo echo a la suerte, tiro una moneda al aire y voy al que salga favorecido. Si son los Tiburones me desmarco de todo pesimismo, pero si es el Magallanes, me hago el loco con la rabia y hasta concibo la idea de que a los jugadores contrarios no les ocurran desgracias. Sea dicho finalmente y con mucho orgullo que convivo perfectamente con mis dos equipos y al mismo tiempo con mis dos personalidades. (FOTOSÍNTESIS le dedica la presente entrega a mi sobrino Emiliano, tan fiebrudo del beisbol como yo, aunque lamentablemente sea de los Leones del Caracas).