¿Quién no conoce al tercer bate de los Tigres de Detroit? ¿Qué venezolano no se ha conmovido por uno de sus estacazos memorables, ora de cuatro esquinas -"bien lejos", como suele decirse de sus numerosos cuadrangulares- o por los callejones escondidos donde no parece que la bola va a pasar? Lo pronuncio sin que en ello se me vaya ninguna hipérbole: No creo que exista un símbolo deportivo de mayor relevancia en la Venezuela de hoy como el que tienen ustedes enfrente. Pero vamos por partes, porque no es una crónica deportiva lo que me anima en esta ocasión. Quiero más bien subrayar un contraste que se ha vuelto muy claro en estos tiempos de "subidas rápidas", de liderazgos repentinos, de loterías y "caminos verdes" que nos ofrecen como alternativa de cambio -y además orgullosa- la de acabar aplastados por un Gobierno que desplaza completamente la iniciativa del ciudadano y lo confina a la ciega y poco crítica condición de borrego. Si algo se combina en los hombres como Miguel Cabrera es su capacidad individual de soñar ("seré un grandesliga") con una dura y exigente entrega que potencia enormemente los valores de la superación. El individuo y su autoestima son el bate y el guante que dan paso a una disciplina gustosa, que no tiene pausa y que se prolonga todo el tiempo a pesar incluso de los entuertos. Sea en el campo de béisbol, en la política, en el arte o en cualquiera otra de las actividades humanas, los aspirantes que carecen de ese toque personal que los obliga al trabajo sostenido y fecundo jamás conquistan su sueño. Por eso es que cada batazo de Cabrera le da en la madre al Gobierno de su país, porque un Gobierno que fabrica súbditos, clientes, mendigos a lo largo del territorio nacional, no está en capacidad de promover valores a largo plazo, mucho menos si se trata de emular a un triple coronado como es el caso del maracayero. Ah, olvidaba decir que me complace finalmente que sea Miguel Cabrera uno de los pocos "productos" del país, junto con el petróleo por supuesto, que le cobra sus servicios en dólares al mismísimo Imperialismo Norteamericano. De contrastes vivimos, Sancho. (FOTOSÍNTESIS le dedica la presente entrega a todos aquellos venezolanos que han hecho de sus esfuerzos el mejor de los caminos para sus propios jonrones).
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